En plena temporada de rebajas, gran parte de los consumidores y clientes siguen realizando sus compras en un periodo postnavideño tradicional en el sector del comercio minorista que cubre los meses de enero y febrero.
En la génesis del cambio legislativo del actual marco regulatorio de las rebajas, nos encontrábamos con un ejecutivo en el que estaba Luis de Guindos como Ministro de Economía al frente, y que tomó la medida de dar rienda suelta al comerciante en la reducción de precios en función de la estrategia a tomar en cada momento. El entorno era difícil, en plena crisis, la Unión Europea nos situaba al borde del rescate, y había que luchar contra el déficit, entre otras medidas estaba la llamativa subida del IVA de muchos artículos de uso cotidiano, que afectaban directamente al consumo.
Las rebajas de toda la vida eran una modalidad de venta de artículos que los comerciantes bajaban de precio al finalizar la temporada de invierno o verano.
Los consumidores estaban concienciados de conseguir productos con importantes descuentos a partir del 7 de enero en las rebajas de invierno y a partir del 1 de julio en las de verano.
Desde un punto de vista conceptual, las rebajas son una modalidad de venta en la que los artículos se ofertan en el mismo establecimiento que suelen comercializarse, a un precio inferior al fijado hasta ese momento, normalmente al final de cada temporada (de verano y de invierno).
Estamos ante un saldo cuando una serie de productos tienen un valor disminuido por deterioro, desperfecto, desuso u obsolescencia y se ofrecen a un precio reducido.
La liquidación, por su parte, es de carácter excepcional, y tiene lugar solamente cuando se cesa total o parcialmente la actividad de un comercio, o bien cuando este cambia de local o realiza obras importantes en el mismo. El objetivo de la liquidación es agotar las existencias.
Nos quedaría la oferta como el eterno recurso para que el comerciante en cualquier momento, pueda sacar a la venta cualquier tipo de producto, a un precio competitivo, para incentivar la compra del mismo.
Antes las rebajas o descuentos periódicos representaban una disminución del precio en períodos previamente establecidos y conocidos por el consumidor. Esta característica constituía la principal diferencia respecto a las ofertas, que son descuentos aleatorios que el consumidor no sabe cuándo van a tener lugar. A día de hoy es difícil distinguir la barrera entre ambos conceptos.
Son muchos los comerciantes que tienen dudas razonables respecto de una disposición que desde el año 2012 elimina la limitación que establecía la Ley de Ordenación del Comercio de 1996, y que acotaba las rebajas dos veces al año, coincidiendo con el principio del año y otro periodo en la época estival a partir del mes de julio, en ambos casos había una restricción de tiempo que no podía superar los dos meses en cada una de las campañas de invierno y de verano.
En los últimos tiempos nos estamos encontrando opiniones tanto del lado del comerciante y también aunque en menor medida de la parte del consumidor, respecto a la idoneidad del planteamiento actual de las rebajas, surgiendo dudas al respecto.
Gran parte de la queja de los comerciantes se fundamenta, en los continuos periodos de rebajas y de promociones, con un cenit claramente marcado y representado por el Black Friday, que se extiende en el tiempo hasta finales del mes de febrero en el que las grandes firmas, concluyen las rebajas, pasando por una época navideña muy importante para el consumo. Cuatro meses muy intensos de promociones, descuentos, ofertas y rebajas, con un resultado que ha sido para muchos comerciantes una merma de rentabilidad y competitividad de sus negocios con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo.
Por el lado de los consumidores, se empieza a ver cierto descontento derivado de la falta de confianza en la credibilidad de la oferta, aduciendo que en muchos casos la rebaja o descuento en el precio no es real, creando como mínimo cierta confusión en la parte demandante del producto. Los medios de comunicación nos ilustran con ejemplos en la época del Black Friday, de cómo las organizaciones que representan a los consumidores o multitud de despachos de abogados, denuncian incumplimientos en los plazos de entrega, estafas de pseudocomercios virtuales, o las ya sabidas subidas de precio de los productos, con el objetivo de minorar las pérdidas de rentabilidad por los continuos descuentos y promociones.
Desde el año 2012, se ha podido apreciar que el planteamiento actual de las rebajas quizá no sea el adecuado en el presente, y es posible que haya que darle una vuelta de tuerca, al vigente marco regulatorio afinando un poco más el modelo.