La economía circular es una estrategia medioambiental que persigue reducir tanto el uso de recursos –ya se trate de materias primas o de energía- como la producción de desechos para un crecimiento sostenible. Las 3R (reducir, reciclar, reutilizar) que desde hace años los escolares aprenden en el colegio han evolucionado hacia un sistema cerrado imprescindible para una transición ecológica en el que la vida de los productos no se reduce al producir-comprar-usar-desechar, sino que promueve el uso de materiales biodegradables, un uso prolongado y una gestión del residuo adecuada para que pueda volver a la naturaleza sin causar daños o, en su defecto, reincorporarse al ciclo de producción para fabricar un nuevo bien.
Aunque dicha estrategia data de los años ochenta, no es hasta fechas recientes cuando en España la población general ha tomado conciencia de la necesidad de reducir la huella medioambiental implantando técnicas para cerrar el sistema de producción y uso y tratar de que el valor que aportan los productos, los materiales y la energía se mantengan en el ciclo económico durante el mayor tiempo posible. Pero este sistema no solo ofrece ventajas para el medio ambiente. Según algunos estudios, la implantación de la economía circular en la Unión Europea podría generar un ahorro de más de 600 mil millones de dólares en 2025.
La parte que toca a los fabricantes de electrodomésticos es la de fabricar con materiales cada vez más sostenibles y con un menor consumo de energía aparatos y dispositivos que cada vez requieran menos recursos para su funcionamiento. La de los comerciantes no es tarea menor, ya que actúan de enlace con el consumidor final y, en ocasiones, de garantes de la economía circular no solo aconsejando sobre las distintas calificaciones energéticas o consumo de recursos de los productos que ponen en circulación en el mercado, sino también dando a conocer el aún desconocido servicio de recogida de RAEE (residuos de aparatos electrónicos y electrónicos).
La recogida de RAEE al que la legislación obliga cuando un electrodoméstico substituye a otro o incluso cuando no lo substituye si el aparato no tiene una dimensión superior a 25 centímetros y el establecimiento tiene una superficie de más de 400 metros cuadrados resulta un servicio de gran relevancia para la adecuada gestión de los residuos. En 2017 en España se pusieron en el mercado más de 50 millones de pequeños electrodomésticos. De no gestionarse adecuadamente, además de la pérdida económica que supondría, se volverían a producir miles de toneladas de plástico y, lo que es aún peor, metales como el mercurio, el plomo y otros podrían acabar contaminando el entorno. En 2018 la Fundación Ecolec gestionó más de 100.000 toneladas de RAEE, evitando así el daño que una gestión incorrecta produciría en el medio ambiente.
Otro de los principios en que descansa la economía circular es el de reparación, en el que la Unión Europea ha incidido recientemente con la aprobación de una normativa que obliga a los fabricantes de electrodomésticos a garantizar la existencia de piezas de substitución para los electrodomésticos durante un período de años tras su compra, lo que promueve un uso más prolongado de los bienes.
Así, el papel de los profesionales del comercio y la asistencia técnica de electrodomésticos juegan un papel imprescindible en la economía circular de estos productos. El modelo de la economía circular necesita de la implicación de los actores. Los ciclos inversos según los que los desechos vuelven a convertirse en materia prima para la fabricación de nuevos productos y aquellos en los que adquieren una segunda vida gracias a la reparación requieren de información especializada para un mayor compromiso. ¿Quién mejor que un profesional para ofrecerla?
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